Reseña del texto tres modelos de transición democrática, Ángel Sermeño.
Esta reseña tiene por objetivo general identificar la hipótesis central del texto tres modelos de transición democrática, del autor Ángel Sermeño. Lo anterior se afirmará con base en los múltiples argumentos que sostienen dicha hipótesis y que a su vez, permiten indagar por las conclusiones a las que llega el autor. No obstante esta reseña presenta un apartado de opinión que permite ahondar en nuevas aristas, criticas y vacíos de lo que Sermeño llama tres modelos de transición democrática.
Ángel Sermeño expone la ausencia de estudios en el tema de transición a la democracia desde el ojo caleidoscópico de la política comparada. Para Sermeño estudiar las transiciones desde dicha rama permite otorgar un gran lugar a la interpretación del cambio político en las diferentes sociedades de la región de América Latina. Por una parte, sitúa como ejemplo el caso del Salvador entre los años 1992 y 1995, donde según él se pueden encontrar patrones de comportamiento al estudiar los procesos de cambio político y permite la construcción de un modelo de cambio político con puntos en común con otro modelos. De esta manera es posible afirmar que la hipótesis principal es que los procesos de cambio político sufridos por sociedades centroamericanas a lo largo de la década de los ochentas y principios de los noventa ostentan un acumulado de características compartidas que los diferencias de otros tipos de procesos de cambio político que los antecedieron en el ámbito internacional.
La manera del autor para dar respuesta a dicha hipótesis se hace de un modelo explicativo producto del estudio de los cambios políticos en tres regiones diferenciadas; América del Sur, Centroamérica y Europa Mediterránea, lo cual se hace pertinente de observar ya que en su interés por indagar acerca de la legitimación democrática, el cambio de régimen ocupa un papel importante ya que “el cambio repercute – constructivamente o fatalmente – en el destino de las naciones y los pueblos. Ese inevitable cambio, por lo demás, se vive con una intensidad gradual. A veces se manifiesta a través de claras rupturas. En otras ocasiones, en cambio, es paulatino y difícilmente perceptible”. (Sermeño, 1996, p. 371). Puntualmente, “aquella situación en donde el cambio político se produce con extrema gradualidad, esto es, a pequeños pasos, y ampliamente dilatado en el tiempo no puede ser considerado un cambio fundamental y, en consecuencia, no supone como ya hemos indicado un proceso de transición política alguna” (Sermeño, 1996, p. 374).
Para sustentar los ya mencionados procesos de transición Sermeño presenta la definición conceptual aplicada a su estudio de análisis correspondiente a transiciones de regímenes autoritarios a democráticos que se surtieron en América del Sur y Europa Mediterránea, categorizándolos con base en los modelos de transición, concepto desarrollado por Samuel Huntington en su obra la tercera ola; allí se hace la diferenciación entre la transformación como una especie de democratización que surge de acuerdo a los intereses de legitimación de la elite; los reemplazos como una oposición vigorosa capaz de generar el cambio político y poner unas nuevas reglas de juego sobre la mesa; y los traspasos como el equilibrio de poder entre quien ostenta el poder y la oposición, donde generalmente se impide desde ambas partes una confrontación que genere fragmentación, ya que hay consentimiento de transición.
De acuerdo con Sermeño (1996) “Una de las mayores diferencias existentes en los procesos de cambio político en cuestión radica en la formulación de un pacto político explícito y normativo producto de la participación de los principales actores políticos involucrados en esos procesos de transición. De esta suerte, en las sociedades de la Europa Mediterránea, en efecto, tal pacto habría regulado la continuidad, pausavidad e intensidad del advenimiento a la democracia, mientras que la falta del mismo explicaría, por su parte, la discontinuidad, celeridad y superficialidad lograda por la instauración democrática en los casos de las sociedades Sudamericanas”(p. 381).
A fin de precisar lo anterior, es posible identificar en el texto unas características que permiten encontrar puntos comunes y diferencias en los procesos de transición política entre América del Sur y Europa Mediterránea, características tales como; “existencia de pactos políticos”, “el contexto internacional”, “rol de las fuerzas armadas” y las “movilizaciones de la sociedad civil”, las cuales permiten ahondar aún más en la diferencia entre el modelo consensuado correspondiente al proceso europeo y el modelo conflictivo correspondiente a Sur América. Por una parte, muestra como ejemplo la transición del acuerdo de Moncloa realizado en España tras la muerte de Franco, dicha transición obedece a las lógicas del modelo de traspaso. Por otra parte, se expone el caso argentino particularmente con Videla como un ejemplo de legitimidad del régimen autoritario y un socavamiento de las elites gobernantes.
Para la cuestión de los cambios políticos, argumenta Sermeño, la notabilidad de la primer categoría lo definirá la durabilidad y efectividad de los pactos en la transición política dado que alcanzan reconfigurar el orden político representando el cambio de régimen de forma mas laudable, siendo así, dicha transformación de régimen autoritario debería presuponer una democracia solida y firme, no una dilatación del autoritarismo, como sí se puede observar en América del sur, los cambios eran dudosos y carecían de rigurosidad debido a los pactos entre los actores que ostentaban las reglas del juego o tenían posibilidad de cambio. Añade entonces, que para el caso de América del sur, las fuerzas armadas tuvieron un papel activo en las transiciones y violaciones a la población civil, mientras que, la fuerzas armadas de Europa mediterránea eran más distantes a las transiciones.
En cuanto al plano internacional cabe recordar que fue Europa mediterránea la cuna de la coincidencia de múltiples países con políticas que dieron pie a la democracia por medio de políticas . De allí, se resalta que la sociedad civil en américa del sur no estuvo aislada del modelo conflictivo de transición, ya que por evidencia se encontraba fragmentada desde sus élites, a diferencia de Europa, donde la movilización surgía y se legitimaba desde abajo hacia las cúpulas. Adicional a esto, en el caso de Salvador Sermeño encuentra una mezcla entre ambas transiciones debido a la existencia de una sociedad civil que, aunque era conflictiva y desorganizada, poseía una oposición revitalizada y fuerte.
Es así como lo que se nombra como el “modelo de traspasos” adquiere una importancia mayor siendo responsable del equilibrio en la transición política, pues esta surge a partir del consenso y con mayor tranquilidad y posibilidad de permanencia del régimen. Sin embargo, en América Latina se mantenía la conflictividad, lo que acrecentó las consecuencias para el desarrollo estatal. Es por esto que la implantación de dicho modelo requirió de mayores esfuerzos a la hora de implantarlo, sobretodo en el caso de Salvador donde no existía claridad respecto al modelo.
En aras de ahondar en nuevas aristas, criticas y vacíos de lo que Sermeño llama tres modelos de transición democrática sería menester añadir dentro de las características en común o diferenciadoras de los procesos de transición política en América del Sur la comunicación política como un ítem que desglose variantes de análisis. Si bien el poder político puede ser medido en términos de coacción e incidencia también puede ser medido por la capacidad de persuasión de un actor que ostenta el poder o que pretende hacerlo.
Se podría derivar de allí y complementar con lo ya presentado fragmentación de la sociedad civil la percepción que se generaba en la opinión pública. Se podría esclarecer la incidencia en pro de la legitimación por medio de los medios comunicación que tenía el actor que ostentaba el poder o el actor que quería cambiar las reglas de juego. Se podría entablar comparativos discursivos en los distintos modelos de transición que enlacen los problemas que aquejaban de abajo –lo local– hacia arriba –lo regional– y permitían perpetuación de conflictos.
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