En el mundo han acontecido innumerables cambios que han transformado las sociedades desde la Revolución Industrial: modernización, globalización, crecimiento demográfico, capitalismo, urbanización, contaminación, burocratización, auge de las comunicaciones y tecnologías… Cambios que han configurado el mundo tal y como lo conocemos hoy en día. Un mundo en constante cambio, en constante movimiento, en constante dependencia, pero, ¿cómo han afectado estos cambios en la vida de las personas, no a modo de vida, sino a nivel intrapersonal? Según numerosos estudios, patologías como la ansiedad o la depresión cada vez son más frecuentes en las nuevas generaciones. La OMS ha estimado que afecta a la población general entre el 5% y el 7% de los trastornos de ansiedad, y que hasta el 29% de las personas sufrirán de un trastorno de ansiedad por lo menos una vez durante su vida. La ansiedad es una respuesta lógica de nuestro cerebro cuando se siente en peligro. Los síntomas de la ansiedad son los mismo que se producían en la prehistoria cuando un individuo se encontraba con un animal salvaje que iba a atacarle: aceleración cardíaca, sudores, respiración acelerada, temblores… Los sensores reciben un estímulo que percibe como peligro, entonces, prepara el cuerpo para que entre en acción (salir corriendo, atacar). Sin embargo, hoy en día no nos encontramos con este tipo de peligros, sino que encontramos otros tipos de situaciones ajustadas a nuestra sociedad que nuestro cerebro ha asimilado como situaciones de peligro. ¿A qué se debe? Con el uso de las tecnologías, estamos continuamente en contacto con ‘’alguien’’ o con el ‘’exterior’’, no importa si estamos solos o no, el móvil nos proporciona una seguridad que inconscientemente se vuelve necesaria. Además, ese contacto con el exterior implica recibir constantemente inmensas cantidades de información, de mensajes, de imágenes, que tu cerebro no para de procesar durante todo el día. Se podría decir, por lo tanto, los mismos cambios que han acontecido en la sociedad han cambiado en la misma medida el funcionamiento de nuestro cerebro. Tal y como la sociedad, la cabeza está en continuo funcionamiento, procesando variedad de información de diferentes tipos y de manera muy rápida. Además, está información está cambiando a la vez constantemente tus emociones y está teniendo un efecto en ti de manera inconsciente. ¿Está adoptando nuestra manera de sentir y pensar las mismas características que la sociedad? A mi parecer, estas cuestiones se pueden resumir en una causa de la característica más destacable de la sociedad: el constante cambio. El cambio implica la aparición del concepto efímero, como consecuencia. Lo efímero puede asociarse con lo que se mueve, con lo que se renueva, lo que no es duradero, y especialmente lo que es nuevo pero inestable, desde las tendencias intelectuales a la moda cambiante. El modelo de sociedad en la que vivimos es lo que hace que lo efímero sea tan recurrente y esto tiene grandes implicaciones en el individuo y en su forma de vida, en sus actuaciones, pensamientos, emociones. Que la sociedad se componga de escenarios tan cambiantes, y por lo consecuente, efímeros puede proporcionar al individuo una sensación de vaciedad, ya que no tiene a lo que aferrarse más que a la familia, lo que coincide con el hecho de que tras todos los cambios que han transformado la sociedad, esta sea la institución que más intacta se ha quedado. Zygmunt Bauman introduce el término de ‘’modernidad líquida’’. Este autor defiende que actualmente la modernidad sigue tiñendo aspectos de nuestra sociedad, la cual no puede considerarse por lo tanto posmodernidad, ya que no ha acabado, si no en una ‘’modernidad líquida’’, una extensión de la modernidad, una modernidad tardía. La modernidad líquida es un modelo de sociedad en la que, bajo el sistema capitalista, la sociedad de consumo construye relaciones basadas en la percepción del otro como mercancía. Bauman lo define como “el fin de la era del compromiso mutuo”, donde se impone un individualismo que lleva a “la corrosión y la lenta desintegración del concepto de ciudadanía”. Ésto afecta a los vínculos sociales que establecen entre sí los humanos en el sentido que, el consumismo, basado en la satisfacción de deseos (inmediatos) traspasa la barrera de lo material y llega a la cosificación de personas como objetos. Las relaciones se convierten en una mercancía que satisface nuestras necesidades a corto plazo. El amor, por tanto, encuentra su sentido en el ansia de las necesidades incompletas. Es transcendente, por lo que la manera de relacionarse pasa a maximizar la utilidad de la persona. También se ha creado otro tipo de relaciones debido al boom tecnológico: relaciones de bolsillo, fáciles de disolver y sencillas. Se trata de un amor ‘’recreativo’’, siendo lo primordial la satisfacción de necesidades sin generar lazos emocionales. El producto del carácter efímero de la sociedad actual, desemboca en un problema filosófico que se remonta a la época de la Antigua Grecia: el devenir del ser. Heráclito, con su metáfora del río ‘’no nos bañamos dos veces en un mismo río’’ defendía la idea de que lo único constante es lo que está en constante cambio. Por otro lado, Parménides, no acepta el cambio de lo que es: ‘’lo que es es, y lo que no es no es’’, es decir, lo que es "no puede ser que no sea", y no puede haber nacido ni perecer, al tiempo que "lo que no es no podrás conocerlo ni lo pensarás”. Sin embargo, en ambas perspectivas hay una concepción de la existencia de la esencia, puesto que hay al ‘’algo’’ que permanece después, o a pesar, de los cambios. Históricamente se ha asociado el concepto de esencia, permanencia y estabilidad al concepto de lo que es real para distinguirlo de lo que no lo es: de lo que nada queda, nada es, ni ha sido. Para Baudrillard, lo efímero ha triunfado en la posmodernidad, según su interpretación de este hecho, ‘’la postmodemidad formaría la postrealidad, el triunfo del simulacro, la desaparición del carácter de verdad, el fracaso de la permanencia. "Lo real ha muerto".’’ (Horacio Capel, 2002, p.53). Esto se aplica a cada ámbito de la vida, ya no sólo en lo físico, como la moda, sino que los pensamientos, valores y la cultura pasan también a tener una obsolescencia a disposición de ser consumidas, utilizadas y tiradas, según la demanda que la sociedad de masas indique y adopte como bueno para ‘’prêt á porter’’. Como conclusión a todo lo anterior descrito, diré que esta condición que ha adoptado la sociedad de ser inminentemente efímera, es lo que puede provocar la vaciedad de la sociedad, la falta de contenido en sí misma, puesto que ‘’lo real’’ está siendo cada vez más distorsionado. Las estructuras sociales que se han establecido conllevan al consumismo social, la satisfacción inmediata de deseos, cosificación del ser humano, relaciones de usar y tirar, pérdida de una moral y unos valores básicos que sirvan de base para las actuaciones y comportamientos en la sociedad, hacen ser lo que somos como individuos sociales, es un tejido de gustos y pensamientos creados por la sociedad de masas. ¿Tienen en sí consistencia individualmente cada gusto y pensamiento, o la máxima de contenido es que es lo popularizado, y por lo tanto lo mejor y lo socialmente correcto? A mi parecer, a pesar de que la globalización ponga en constante contacto a diferentes culturas y homogenice diferentes sociedades y a su vez, la expanda y se diversifique, tiene un efecto rebote: Sí todo el mundo está en constante cambio, todas las personas acaban teniendo los mismos patrones de pensamientos, comportamiento, de gustos… ‘’Que todo cambie para que todo siga igual’’ (Giuseppe Tomasi di Lampedusa, 1958). Sin embargo, a pesar de los aspectos negativos que puede tener lo efímero, tiene positivos. Lo efímero está asociado al ‘’avance de la igualación de las condiciones y de las reivindicaciones individualistas" y al avance de la democracia.

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La fugacidad social.

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Profesor particular Marta
PUBLICADO EL 04 DE SEPTIEMBRE DE 2020 POR MARTA / Etiquetas:

“Lo más característico de la vida moderna no era su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido.” George Orwell, 1984.

En el mundo han acontecido innumerables cambios que han transformado las sociedades desde la Revolución Industrial: modernización, globalización, crecimiento demográfico, capitalismo, urbanización, contaminación, burocratización, auge de las comunicaciones y tecnologías… Cambios que han configurado el mundo tal y como lo conocemos hoy en día. Un mundo en constante cambio, en constante movimiento, en constante dependencia, pero, ¿cómo han afectado estos cambios en la vida de las personas, no a modo de vida, sino a nivel intrapersonal? Según numerosos estudios, patologías como la ansiedad o la depresión cada vez son más frecuentes en las nuevas generaciones. La OMS ha estimado que afecta a la población general entre el 5% y el 7% de los trastornos de ansiedad, y que hasta el 29% de las personas sufrirán de un trastorno de ansiedad por lo menos una vez durante su vida. La ansiedad es una respuesta lógica de nuestro cerebro cuando se siente en peligro. Los síntomas de la ansiedad son los mismo que se producían en la prehistoria cuando un individuo se encontraba con un animal salvaje que iba a atacarle: aceleración cardíaca, sudores, respiración acelerada, temblores… Los sensores reciben un estímulo que percibe como peligro, entonces, prepara el cuerpo para que entre en acción (salir corriendo, atacar). Sin embargo, hoy en día no nos encontramos con este tipo de peligros, sino que encontramos otros tipos de situaciones ajustadas a nuestra sociedad que nuestro cerebro ha asimilado como situaciones de peligro. ¿A qué se debe? Con el uso de las tecnologías, estamos continuamente en contacto con ‘’alguien’’ o con el ‘’exterior’’, no importa si estamos solos o no, el móvil nos proporciona una seguridad que inconscientemente se vuelve necesaria. Además, ese contacto con el exterior implica recibir constantemente inmensas cantidades de información, de mensajes, de imágenes, que tu cerebro no para de procesar durante todo el día. Se podría decir, por lo tanto, los mismos cambios que han acontecido en la sociedad han cambiado en la misma medida el funcionamiento de nuestro cerebro. Tal y como la sociedad, la cabeza está en continuo funcionamiento, procesando variedad de información de diferentes tipos y de manera muy rápida. Además, está información está cambiando a la vez constantemente tus emociones y está teniendo un efecto en ti de manera inconsciente. ¿Está adoptando nuestra manera de sentir y pensar las mismas características que la sociedad? A mi parecer, estas cuestiones se pueden resumir en una causa de la característica más destacable de la sociedad: el constante cambio. El cambio implica la aparición del concepto efímero, como consecuencia. Lo efímero puede asociarse con lo que se mueve, con lo que se renueva, lo que no es duradero, y especialmente lo que es nuevo pero inestable, desde las tendencias intelectuales a la moda cambiante. El modelo de sociedad en la que vivimos es lo que hace que lo efímero sea tan recurrente y esto tiene grandes implicaciones en el individuo y en su forma de vida, en sus actuaciones, pensamientos, emociones. Que la sociedad se componga de escenarios tan cambiantes, y por lo consecuente, efímeros puede proporcionar al individuo una sensación de vaciedad, ya que no tiene a lo que aferrarse más que a la familia, lo que coincide con el hecho de que tras todos los cambios que han transformado la sociedad, esta sea la institución que más intacta se ha quedado. Zygmunt Bauman introduce el término de ‘’modernidad líquida’’. Este autor defiende que actualmente la modernidad sigue tiñendo aspectos de nuestra sociedad, la cual no puede considerarse por lo tanto posmodernidad, ya que no ha acabado, si no en una ‘’modernidad líquida’’, una extensión de la modernidad, una modernidad tardía. La modernidad líquida es un modelo de sociedad en la que, bajo el sistema capitalista, la sociedad de consumo construye relaciones basadas en la percepción del otro como mercancía. Bauman lo define como “el fin de la era del compromiso mutuo”, donde se impone un individualismo que lleva a “la corrosión y la lenta desintegración del concepto de ciudadanía”. Ésto afecta a los vínculos sociales que establecen entre sí los humanos en el sentido que, el consumismo, basado en la satisfacción de deseos (inmediatos) traspasa la barrera de lo material y llega a la cosificación de personas como objetos. Las relaciones se convierten en una mercancía que satisface nuestras necesidades a corto plazo. El amor, por tanto, encuentra su sentido en el ansia de las necesidades incompletas. Es transcendente, por lo que la manera de relacionarse pasa a maximizar la utilidad de la persona. También se ha creado otro tipo de relaciones debido al boom tecnológico: relaciones de bolsillo, fáciles de disolver y sencillas. Se trata de un amor ‘’recreativo’’, siendo lo primordial la satisfacción de necesidades sin generar lazos emocionales. El producto del carácter efímero de la sociedad actual, desemboca en un problema filosófico que se remonta a la época de la Antigua Grecia: el devenir del ser. Heráclito, con su metáfora del río ‘’no nos bañamos dos veces en un mismo río’’ defendía la idea de que lo único constante es lo que está en constante cambio. Por otro lado, Parménides, no acepta el cambio de lo que es: ‘’lo que es es, y lo que no es no es’’, es decir, lo que es "no puede ser que no sea", y no puede haber nacido ni perecer, al tiempo que "lo que no es no podrás conocerlo ni lo pensarás”. Sin embargo, en ambas perspectivas hay una concepción de la existencia de la esencia, puesto que hay al ‘’algo’’ que permanece después, o a pesar, de los cambios. Históricamente se ha asociado el concepto de esencia, permanencia y estabilidad al concepto de lo que es real para distinguirlo de lo que no lo es: de lo que nada queda, nada es, ni ha sido. Para Baudrillard, lo efímero ha triunfado en la posmodernidad, según su interpretación de este hecho, ‘’la postmodemidad formaría la postrealidad, el triunfo del simulacro, la desaparición del carácter de verdad, el fracaso de la permanencia. "Lo real ha muerto".’’ (Horacio Capel, 2002, p.53). Esto se aplica a cada ámbito de la vida, ya no sólo en lo físico, como la moda, sino que los pensamientos, valores y la cultura pasan también a tener una obsolescencia a disposición de ser consumidas, utilizadas y tiradas, según la demanda que la sociedad de masas indique y adopte como bueno para ‘’prêt á porter’’. Como conclusión a todo lo anterior descrito, diré que esta condición que ha adoptado la sociedad de ser inminentemente efímera, es lo que puede provocar la vaciedad de la sociedad, la falta de contenido en sí misma, puesto que ‘’lo real’’ está siendo cada vez más distorsionado. Las estructuras sociales que se han establecido conllevan al consumismo social, la satisfacción inmediata de deseos, cosificación del ser humano, relaciones de usar y tirar, pérdida de una moral y unos valores básicos que sirvan de base para las actuaciones y comportamientos en la sociedad, hacen ser lo que somos como individuos sociales, es un tejido de gustos y pensamientos creados por la sociedad de masas. ¿Tienen en sí consistencia individualmente cada gusto y pensamiento, o la máxima de contenido es que es lo popularizado, y por lo tanto lo mejor y lo socialmente correcto? A mi parecer, a pesar de que la globalización ponga en constante contacto a diferentes culturas y homogenice diferentes sociedades y a su vez, la expanda y se diversifique, tiene un efecto rebote: Sí todo el mundo está en constante cambio, todas las personas acaban teniendo los mismos patrones de pensamientos, comportamiento, de gustos… ‘’Que todo cambie para que todo siga igual’’ (Giuseppe Tomasi di Lampedusa, 1958). Sin embargo, a pesar de los aspectos negativos que puede tener lo efímero, tiene positivos. Lo efímero está asociado al ‘’avance de la igualación de las condiciones y de las reivindicaciones individualistas" y al avance de la democracia.

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