Una de las primeras cosas que me vienen a la mente cuando hablo con alguien sobre Educación infantil, refiriéndome a ésta desde el nacimiento a los 6 años aproximadamente, es la planta del bambú. Y pensaréis ¿qué tiene que ver una planta con algo como la Educación Infantil? Pues tiene que ver y mucho…. Sí, una planta, porque creo es en la naturaleza donde mejor podemos encontramos la sabiduría.
La planta del Bambú, según los expertos agricultores japoneses, crece poco los primeros siete años, parece que fuera infértil, pues tan solo crecen sus raíces. Pero, después de esos siete años, puede llegar a crecer hasta veinte o treinta metros de altura en pocos meses. Ya que, aunque no lo veamos, toda la “acción” surge bajo tierra. Como he comentado anteriormente, durante este tiempo, el bambú crea un complejo y fuerte sistema de raíces, que lo sostendrán firme el resto de su vida. Además, al contrario de cualquier otro árbol, si lo cortan, puede volver a crecer.
Y así como el bambú y el agricultor, los pequeños/as observan y absorben todo lo que nosotros, los adultos, hemos ido sembrando en ellos. Y no vamos viendo nada hasta que su cerebro está capacitado para ello y se sienten listos… Entonces, si hemos sembrado, abonado y regado, esperando, con paciencia y mucho amor, durante todo este tiempo, llegará el día que nos asombren y maravillen.
A veces tratamos a los bebés o niños/as menores de seis años, como si no se enteraran de nada, porque sabemos que, al nacer, la mayoría de sus sentidos aún no están del todo desarrollados. Pero si queremos que lo desarrollen, y después conseguir que sean unas personas conscientes de sus necesidades y las de su entorno, tenemos que ayudarlos. No podemos situarlos como personas pasivas e ignorantes, y a nosotros como superiores.
Los niños son personas y tenemos que tratarlos como tal. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que desde un primer momento tenemos que atender sus necesidades desde el respeto, verbalizando todo aquello que vamos haciendo con ellos. Por ejemplo: “estás llorando porque tienes hambre, ¿verdad?” “¿o necesitas que te cambie el pañal?, vamos a verlo” “nos estamos preparando, por eso te estoy peinando, para ir a ver a los abuelos”… Parece una verdadera tontería, pero si te detienes a pensarlo verás que es fundamental para todas sus áreas de desarrollo.
Con el simple ejemplo anterior, vamos sembrando la base de respeto en el niño, consiguiendo evitar prácticas que ya están muy instauradas, pero que no por ello son las adecuadas. Como por ejemplo, el ignorar una rabieta cuando son un poco más mayores y están en estas etapas… Si al contrario de esto último, atiendes desde el tacto, el contacto y la atención, seguro que conseguirás mejores resultados en el pequeño/a, sobre todo, comparando con la planta del bambú, cuando pase el tiempo y su cerebro esté preparado para ello.
Es difícil a veces, tanto para muchos padres y madres como para profesionales de la educación llegar a este punto de comprensión y respeto por el niño/a y la Educación. Pero todo porque la mayoría de nosotros llevamos un ritmo de vida frenético, lleno de preocupaciones, complejos y obsesiones… Y todas estas heridas emocionales, quizás producidas por nuestra infancia, no nos hace ver que necesitamos un equilibrio emocional, una mejor autoestima, y solo así, haciendo un alto en el camino, siendo conscientes, conseguiremos llegar a ese punto.
Termino invitando a la reflexión a todos los amantes de los niños/as, padres, madres, profesionales de la educación… a ser más conscientes, confiados y sobre todo respetuosos. No sirve de nada ignorar, gritar, insistir, presionar u obligar a los pequeños/as. Vamos a dejar esas prácticas obsoletas, que solo nos traen más quebraderos de cabeza a esta sociedad, y vamos a trabajar un poco en nosotros. Logrando, así, crear unas buenas raíces en los niños, aunque nos lleve más tiempo, dedicación y esfuerzo… Pero, de esta manera, descubriremos mejores y grandes persona, en este mundo. Sin estar vigilándolos o diciéndoles que tienen que hacer, si no desde el respeto, con nuestro ejemplo. Solo así conseguiremos un rico lenguaje emocional, poner en marcha sus curiosidad y creatividad, su capacidad de asombro, a tomar decisiones por sí mismo, a explotar sus ganas de querer conocer, de ayudar, de resolver, de concentrarse, de querer hacer cosas con otras personas…
En definitiva, vamos dejar la impaciencia y falta de constancia de un lado para nuestros pequeños/as. Y sigamos como el cultivador de bambú, regando y abonando la planta durante el tiempo que haga falta… Seamos solo acompañantes o guías y disfrutemos del camino transitado, no solo del resultado esperado, porque os aseguro que así, de esta forma, el final será maravilloso.
BIBLIOGRAFÍA
García, J. A; Delval, J. (2010) Psicologia del desarrollo I. Madrid, España: Uned.
Jové, R. (2011) Ni rabietas ni conflictos. Madrid, España: La esfera de los libros.
Nelsen, J. (2007) Cómo educar con firmeza y cariño. Disciplina positiva. Barcelona, España: Ediciones Medici.
Siegel, D. (2019). Disciplina sin lágrimas. Santiago, Chile: Penguin Random House Grupo Editorial
Siegel, D; Bryson, T. (2012) El cerebro del niño. Madrid, España: Alba.
Wild, R. (2006) Libertad y límites: amor y respeto. Barcelona, España: Herder
48 visualizaciones