Para Verdi la década de los años cuarenta comenzaba con severas dificultades, tanto en el aspecto económico, como a nivel personal. La prematura defunción de sus dos hijos y de su primera esposa le habían dejado en una situación de desarraigo existencial tras mismo la que se había planteado dejar de componer. Así pues, un libreto que llegó a sus manos casi de casualidad y cuya composición había comenzado casi a regañadientes, dio como fruto, un año después, un éxito grandioso en el teatro de la Scala de Milán que lo catapultaría a lo más alto del panorama internacional, y tras el que se vería escribiendo un total de 17 óperas en menos de doce años, entre ellas, muchas populares como el ciclo de Il trovatore, La traviata o Rigoletto.

__________

1. Nos remitimos al 60º festival de Ópera de A Coruña, que celebró tan notorio aniversario con la representación de las obras de Madama Butterfly, de Giacomo Puccini y Nabucco, de Giuseppe Verdi. Éste último, en el que centramos el tema de nuestro comentario, se celebró en una versión 'concierto' en el Palacio de la Ópera, con fecha de 8 de Septiembre de 2012. Se trata de una producción de la OSG con la dirección de la directora canadiense Keri Lynn Wilson. Así mismo participaron en el elenco: Elisabete Matos, Luiz-Ottavio Faria, Alexandra Rivas o Franciso Corujo.                                                                                                                                                              

Así mismo, los tiempos en los que Verdi recibe el encargo del drama bíblico son momentos de gran convulsión y cambios para la sociedad italiana en general. Desde la década de 1820, por Europa venía asolando una vaga revolucionaria por toda la franja mediterránea que tuvo su misma repercusión en el panorama nacional del  músico bussetano. Hasta el último tercio del s.XIX, la península itálica se componía por una serie de varios estados, ocasionalmente unidos por intercambios comerciales y el idioma, a saber: Lombardía, los Estados Pontificios, el Reino de Piamonte; el Reino de las dos Sicilias, etc. lo que respondía más a una concepción feudal del territorio que a un proyecto de estado liberal burgués que se encontraría más acorde con los nuevos ideales políticos que iban surgiendo tras el declive napoleónico en Europa.
 
Después de varios intentos de unificación [1830 y 1848] que fueron aplastados por el gobierno austríaco, la hábil política del Conde de Cavour, ministro del reino de Piamonte, logró interesar al emperador francés Napoleón III en la unificación territorial de la península, que consistía en expulsar a los austríacos del norte y crear una confederación italiana. En una segunda fase de la independencia, se logró la unión del sur cuando el líder nacional Garibaldi, inconforme con el tratado entre Cavour y Napoleón, se dirigió a Sicilia, ocupando, además, Calabria y Nápoles. En 1860 las tropas piamontesas llegaron a la frontera napolitana. Garibaldi, que buscaba la unidad italiana, entregó los territorios conquistados a Victorio Emmanuelle II que acabaría proclamándose Rey. 

El proceso es entendido por algunos historiadores2 como la conquista de la aristocrática rural de la Italia del sur por parte de la industrializada Italia del norte, influenciada, a su vez, por otras potencias europeas del momento, como Francia y Austria. Y, verdaderamente, la componente popular que atribuían los ciudadanos de las regiones guardaba la clave en el triunfo de muchas batallas y el ensalzamiento de carismáticos líderes que, poco después, dieron en convertirse en héroes nacionales, como Giuseppe Garibaldi o el mismo Vittorio Emmanuelle II, sobre el que los italianos gritaban Viva Verdi!; utilizando el nombre del compositor como acrónimo de Vittorio Emmanuelle, Re d´Italia.
Por otra parte, resulta inevitable separar el proceso político-social de estos años de la figura de Verdi, ya que la implicación del compositor con la causa nacional era desmedida hasta el punto de hacer fuertes guiños en muchas de sus obras en clara referencia a lo que en las calles estaba sucediendo, comprendiendo al mismo tiempo el deber de todo artista de comprender y asimilar los cambios que se producen en su entorno, a fín de poder responder con consecuencia y rigor ante los mismos, tratando de elegir la mejor postura con que encarar cada nueva situación.

_________

2. Benedetto Croce [historiador: 1866-1954] ve este camino de unión nacional como el que completó el Renacimiento italiano, interrumpido por las invasiones francesas y españolas de la Italia del siglo XVI. Alcanzando, desde Florencia todas las regiones habitadas por gente italiana.

Los ideales, al fin y al cabo, romanticistas que trae la revolución francesa de 1789 dejan, en el panorama continental, un arduo de deseo de libertad e innovación que se promete especialmente renovador en la disciplina de las artes.  En música, la ruptura con el academicismo clasista anterior añade a este caldo de cultivo nuevas componentes, como el reflejo del valor pasional del artista, y nuevas posibilidades conceptuales, como la idea de añadir elementos del folclore popular a repertorio de la época. 

Verdi no refleja en su nacionalismo musical3 ideas melódicas o armónicas con un calado musical en la composición o estructura de la obra tan profundo. Pudiendo tomar temas populares, de forma puntual, siempre tratándolos con ese lirismo que ahora se atribuye tanto a un estilo italiano en sí, no los emplea con una trascendencia mayor, como si podríamos apreciar en otros nacionalismos del momento: la escuela Rusa, por ejemplo. En el “Grupo de los Cinco”, el estudio de las armonías populares y su uso en otras obras influye de forma mucho más determinante en el aspecto final que la pieza va a tener; del mismo modo que pasa en España con Albéniz, y las escalas que toma del Sur, etc. 

En Verdi, la idea de nacionalismo recae en la identificación del tipo italiano, a través de la descripción psicológica de los personajes de sus óperas, tratando de plantear al espectador un espejo en el interior del teatro, donde pueda reconocer las diversas partes que componen y se identifican con la realidad de la sociedad italiana del s. XIX.

En Nabucco, concretamente, las similitudes con el proceso unionista hacia la confraternización de Italia son todavía mayores. La identificación del pueblo judío, redimido bajo los impunes designios del Rey Nabucodonosor, con el pueblo Italiano, que sufría en silencio la batallas entre regiones hermanas, fueron tan fuertes que el coro Va pensiero, sull'ali dorate del tercer acto [Vuela, pensamiento en alas doradas; vuela y asiéntate en las laderas y las colinas] se utilizó en plenas revueltas como un himno metafórico para expresar la rabia por las contiendas y la sensación de exilio, anhelando alcanzar al fin la “tierra natal”. 

Así, de la misma manera que en el segundo acto Nabucco cae en la locura mediante un rayo divino tras  arremeter en contra de los esclavos y ordenar la destrucción total del templo; Verdi gira el drama bíblico hacia el final, mostrando la compasión del Dios hacia un Rey vulnerable y débil tras la enfermedad y lo perdona, para que libere al pueblo esclavo y lo conduzca de nuevo a la libertad de la que lo había privado, quién sabe si haciendo alusión a lo que vendría a ser la solución del problema italiano que se dio en dilatar en el tiempo hasta casi comienzos del s. XX, según algunos autores, con la 2ª Guerra Mundial; identificando tal vez en la ópera algunos de lo héroes del imaginario popular como el Rey Vittorio Emmanuelle, o el mismo Giuseppe Verdi. 

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Giuseppe Francesco Verdi y el lirismo popular retratado en su ópera "Nabucco”

Giuseppe Francesco Verdi y el lirismo popular retratado en su ópera

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Profesor particular Diego
PUBLICADO EL 04 DE JUNIO DE 2020 POR DIEGO / Etiquetas:

Zaccariah se encuentra solo; esperando a Fenena, la hija mejor del rey Nabucodonosor, en una de las salas del palacio real, en Babilonia. Loca de amor por el sobrino del Rey de Jerusalem, la heredera al trono trata de abandonar a su padre y su hermana, convirtiéndose a la religión judía para huír con el  captor a quien los judíos habían confiado su seguridad.  Sin embargo,  la noticia que se había venido difundiendo semanas antes sobre la presunta muerte de Nabucco en batalla lleva al extremo de la cólera los celos que la hermana mayor de la dinastía había venido mascullando desde hacía algún tiempo. Abigaille reclama la corona del reino, acusando a su hermana de traición por huír a escondidas de la capital con un hombre judío. Inesperadamente, las revueltas en palacio movilizan a los guardias judíos y Nabucco irrumpe enfurecido, en la sala mayor. El monarca, enajenado, ordena la destrucción del edificio y la persecución de los judíos en Babilonia, reprochando a ambos bandos el afán egoísta por hacerse con el dominio de la corona que él mismo sigue ostentando y la fuga de su hija con el captor Ismaele; y exige el trono comparándose a un Diós en un egocentrismo ávido de poder.

En esos momentos de la segunda escena, en el tercer acto; en el Palacio de la Ópera, el genial barítono Leo Nucci1, pronunciaba las palabras Non son piu re! Son dio!  ["¡No soy un rey! ¡Soy un dios!"] , a lo que la imagen del rayo fulminante que pintaba aquel golpe de orquesta caía sobre la cabeza de Nabucco y lo sumía en la completa desesperación y locura, tras el golpe de estado que había intentado dar su hija mayor en Babilonia. Tal vez fuera la idea original, que concuerdan en citar muchos autores, al hablar en 1841 con el escritor Temistocle Solera para el libreto de la ópera Nabucco, la de mostrar a un Rey supremo castigado por el Dios todopoderoso en su arrogancia hacia el pueblo súbdito. 

Para Verdi la década de los años cuarenta comenzaba con severas dificultades, tanto en el aspecto económico, como a nivel personal. La prematura defunción de sus dos hijos y de su primera esposa le habían dejado en una situación de desarraigo existencial tras mismo la que se había planteado dejar de componer. Así pues, un libreto que llegó a sus manos casi de casualidad y cuya composición había comenzado casi a regañadientes, dio como fruto, un año después, un éxito grandioso en el teatro de la Scala de Milán que lo catapultaría a lo más alto del panorama internacional, y tras el que se vería escribiendo un total de 17 óperas en menos de doce años, entre ellas, muchas populares como el ciclo de Il trovatore, La traviata o Rigoletto.

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1. Nos remitimos al 60º festival de Ópera de A Coruña, que celebró tan notorio aniversario con la representación de las obras de Madama Butterfly, de Giacomo Puccini y Nabucco, de Giuseppe Verdi. Éste último, en el que centramos el tema de nuestro comentario, se celebró en una versión 'concierto' en el Palacio de la Ópera, con fecha de 8 de Septiembre de 2012. Se trata de una producción de la OSG con la dirección de la directora canadiense Keri Lynn Wilson. Así mismo participaron en el elenco: Elisabete Matos, Luiz-Ottavio Faria, Alexandra Rivas o Franciso Corujo.                                                                                                                                                              

Así mismo, los tiempos en los que Verdi recibe el encargo del drama bíblico son momentos de gran convulsión y cambios para la sociedad italiana en general. Desde la década de 1820, por Europa venía asolando una vaga revolucionaria por toda la franja mediterránea que tuvo su misma repercusión en el panorama nacional del  músico bussetano. Hasta el último tercio del s.XIX, la península itálica se componía por una serie de varios estados, ocasionalmente unidos por intercambios comerciales y el idioma, a saber: Lombardía, los Estados Pontificios, el Reino de Piamonte; el Reino de las dos Sicilias, etc. lo que respondía más a una concepción feudal del territorio que a un proyecto de estado liberal burgués que se encontraría más acorde con los nuevos ideales políticos que iban surgiendo tras el declive napoleónico en Europa.
 
Después de varios intentos de unificación [1830 y 1848] que fueron aplastados por el gobierno austríaco, la hábil política del Conde de Cavour, ministro del reino de Piamonte, logró interesar al emperador francés Napoleón III en la unificación territorial de la península, que consistía en expulsar a los austríacos del norte y crear una confederación italiana. En una segunda fase de la independencia, se logró la unión del sur cuando el líder nacional Garibaldi, inconforme con el tratado entre Cavour y Napoleón, se dirigió a Sicilia, ocupando, además, Calabria y Nápoles. En 1860 las tropas piamontesas llegaron a la frontera napolitana. Garibaldi, que buscaba la unidad italiana, entregó los territorios conquistados a Victorio Emmanuelle II que acabaría proclamándose Rey. 

El proceso es entendido por algunos historiadores2 como la conquista de la aristocrática rural de la Italia del sur por parte de la industrializada Italia del norte, influenciada, a su vez, por otras potencias europeas del momento, como Francia y Austria. Y, verdaderamente, la componente popular que atribuían los ciudadanos de las regiones guardaba la clave en el triunfo de muchas batallas y el ensalzamiento de carismáticos líderes que, poco después, dieron en convertirse en héroes nacionales, como Giuseppe Garibaldi o el mismo Vittorio Emmanuelle II, sobre el que los italianos gritaban Viva Verdi!; utilizando el nombre del compositor como acrónimo de Vittorio Emmanuelle, Re d´Italia.
Por otra parte, resulta inevitable separar el proceso político-social de estos años de la figura de Verdi, ya que la implicación del compositor con la causa nacional era desmedida hasta el punto de hacer fuertes guiños en muchas de sus obras en clara referencia a lo que en las calles estaba sucediendo, comprendiendo al mismo tiempo el deber de todo artista de comprender y asimilar los cambios que se producen en su entorno, a fín de poder responder con consecuencia y rigor ante los mismos, tratando de elegir la mejor postura con que encarar cada nueva situación.

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2. Benedetto Croce [historiador: 1866-1954] ve este camino de unión nacional como el que completó el Renacimiento italiano, interrumpido por las invasiones francesas y españolas de la Italia del siglo XVI. Alcanzando, desde Florencia todas las regiones habitadas por gente italiana.

Los ideales, al fin y al cabo, romanticistas que trae la revolución francesa de 1789 dejan, en el panorama continental, un arduo de deseo de libertad e innovación que se promete especialmente renovador en la disciplina de las artes.  En música, la ruptura con el academicismo clasista anterior añade a este caldo de cultivo nuevas componentes, como el reflejo del valor pasional del artista, y nuevas posibilidades conceptuales, como la idea de añadir elementos del folclore popular a repertorio de la época. 

Verdi no refleja en su nacionalismo musical3 ideas melódicas o armónicas con un calado musical en la composición o estructura de la obra tan profundo. Pudiendo tomar temas populares, de forma puntual, siempre tratándolos con ese lirismo que ahora se atribuye tanto a un estilo italiano en sí, no los emplea con una trascendencia mayor, como si podríamos apreciar en otros nacionalismos del momento: la escuela Rusa, por ejemplo. En el “Grupo de los Cinco”, el estudio de las armonías populares y su uso en otras obras influye de forma mucho más determinante en el aspecto final que la pieza va a tener; del mismo modo que pasa en España con Albéniz, y las escalas que toma del Sur, etc. 

En Verdi, la idea de nacionalismo recae en la identificación del tipo italiano, a través de la descripción psicológica de los personajes de sus óperas, tratando de plantear al espectador un espejo en el interior del teatro, donde pueda reconocer las diversas partes que componen y se identifican con la realidad de la sociedad italiana del s. XIX.

En Nabucco, concretamente, las similitudes con el proceso unionista hacia la confraternización de Italia son todavía mayores. La identificación del pueblo judío, redimido bajo los impunes designios del Rey Nabucodonosor, con el pueblo Italiano, que sufría en silencio la batallas entre regiones hermanas, fueron tan fuertes que el coro Va pensiero, sull'ali dorate del tercer acto [Vuela, pensamiento en alas doradas; vuela y asiéntate en las laderas y las colinas] se utilizó en plenas revueltas como un himno metafórico para expresar la rabia por las contiendas y la sensación de exilio, anhelando alcanzar al fin la “tierra natal”. 

Así, de la misma manera que en el segundo acto Nabucco cae en la locura mediante un rayo divino tras  arremeter en contra de los esclavos y ordenar la destrucción total del templo; Verdi gira el drama bíblico hacia el final, mostrando la compasión del Dios hacia un Rey vulnerable y débil tras la enfermedad y lo perdona, para que libere al pueblo esclavo y lo conduzca de nuevo a la libertad de la que lo había privado, quién sabe si haciendo alusión a lo que vendría a ser la solución del problema italiano que se dio en dilatar en el tiempo hasta casi comienzos del s. XX, según algunos autores, con la 2ª Guerra Mundial; identificando tal vez en la ópera algunos de lo héroes del imaginario popular como el Rey Vittorio Emmanuelle, o el mismo Giuseppe Verdi. 

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