CAPÍTULO I. RICHARD SENNETT CARNE Y PIEDRA: EL CUERPO Y LA CIUDAD EN LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL
La tesis que el autor plantea en el capítulo I es que a pesar del diseño democrático, que tenía como fin que todos los ciudadanos participaran activamente en el, había un choque del concepto de ciudadano, con el diseño urbanístico y arquitectónico, dado que a través de sus representaciones propagaba unos actores pasivos en el orden democrático, -Entendamos pasivos como aquellos que subyugados a un alto nivel de retórica por parte de algunos individuos cedieron autonomía política- .
Tratar de entender el concepto de ciudadano por sí sólo en la Antigua Grecia es erróneo, pues está vinculado estrechamente al concepto del cuerpo. Los griegos cimentaron una ciudad en aras del honor simbólico al cuerpo –Que debía alcanzar la perfección- , bien lo decía Sócrates (470-399 a.c.); qué vergüenza para un hombre llegar a su vejez sin antes haber visto la belleza y la fuerza que podría haber alcanzado su cuerpo.
A partir de esto, construyeron una estructura externa que actuaba como valla entre el hombre y la naturaleza, y que a su vez, trazaba la premisa de que el hombre en sí trataba de avanzar en una exterioridad que la naturaleza no pudo. Teniendo en cuenta lo anterior se puede poner sobre la mesa la noción de que para los griegos era tan basto habitar su cuerpo como la ciudad.
Sin duda alguna, el pilar fundamental que nos permite concebir ese lazo entre el cuerpo y la ciudad, la carne y la piedra, es la democracia, entendiéndola como la facultad que tenía el ciudadano, más no un habitante griego, para decidir en asuntos relacionados con la ciudad. Pericles en su discurso fúnebre mencionó vehemente que el poder no está en manos de unos pocos, sino, de todo un pueblo, que ante la mirada de la ley todos eran iguales, y en ese sentido, la ciudad pertenecía a todos los ciudadanos.
De esta manera, cabe preguntarse ¿Quiénes eran concebidos como ciudadanos?, las características que permitían calificar a un individuo como ciudadano en la antigua Grecia tienen una brecha enorme con las características contemporáneas, que más que todo van ligadas a derechos. No todos los griegos eran concebidos socialmente como iguales, puesto que los ciudadanos eran los únicos que podían y debían expresarse, ya fuese para tener una trayectoria política o simplemente para incentivar el debate.
La categoría de ciudadano, sólo era adquirida por los hombres, ni esclavos, ni mujeres y mucho menos extranjeros, para ello era necesario entrenar el cuerpo y exhibirlo en su desnudez, con una potente retórica, trabajada también en el gimnasio. La democracia de Atenas, según este capítulo se apoyaba sobre los hombros de los ciudadanos, aquellos hombres que se formaban con el fin de obtener gran admiración por su cuerpo y por la voz que emanaba de este, del hombre que debatía con lo que según Pericles sería «erastai», un término que acuña para expresar el amor por la ciudad.
Por otra parte, el diseño urbanístico y arquitectónico reforzaba esa concepción de la ciudadanía, en el sentido en que el espacio público pertenecía a los hombres, mientras que el privado a las mujeres, recordemos entonces la distinción entre sangre fría/Mujeres y sangre caliente/Hombres, haciendo como individuos más viable a estímulos externos a los hombres.
Dichos diseños, eran pensados por los griegos en similitud al cuerpo, es decir,
la construcción se concebía de esa forma, cuerpos estéticos de piedra, calles y pasajes interconectados, encontraron en cada sitio una manera de adecuarlo a las principales razones del ciudadano, tanto el ágora como el panteón estaban divida en dos, una parte para el debate, el dialogo, la retórica, y otro para el entrenamiento y edificación de un gran cuerpo. Teniendo claro esto, surge la pregunta acerca de si
¿Estos diseños urbanísticos son un Reflejo de los problemas de la democracia o un causante?.
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